Inmersión: Javiera Mena se transforma en su disco más íntimo y orgánico

Después de una carrera marcada por el synthpop futurista, los himnos queer de pista de baile y una estética visual siempre depurada, Javiera Mena presenta Inmersión (2025), un giro sensible, introspectivo y decididamente orgánico que redefine los contornos de su propuesta musical. Se trata de su sexto álbum de estudio, pero quizás el primero en el que la artista chilena deja atrás las armaduras digitales para sumergirse —literal y simbólicamente— en sus emociones más profundas.

Desde Esquemas Juveniles hasta Nocturna, Mena fue construyendo una identidad pop basada en la precisión electrónica, las estructuras limpias y una tensión constante entre lo romántico y lo artificial. Inmersión rompe con ese patrón. Aquí no hay beats programados ni coros de estadio. Lo que hay es cuerpo, fragilidad, duda, aire.

La propia Javiera ha dicho que este es su disco “más espiritual, más emotivo y más vulnerable”. Lo orgánico no está solo en los sonidos —cuerdas reales, flautas, guitarras, atmósferas envolventes—, sino también en la manera en que se aborda la composición: canciones más lentas, sin ansiedad de hook, con espacio para respirar y digerir lo que se dice.

El título Inmersión no es casual. Las canciones se despliegan como capas acuáticas, construyendo un paisaje sonoro que fluye con naturalidad. Hay elementos de dream pop, balada setentera, soul clásico, bossa nova y ambient, pero lo que domina es una sensación de suspensión. Como si el disco no buscara llevarte a bailar, sino a flotar.

Temas como “Pez en el agua” y “Entropía” son ejemplo de esta lógica: no llegan a un clímax tradicional, sino que proponen una especie de expansión emocional, donde cada acorde y cada silencio importan. La producción, cuidada pero no invasiva, da espacio a la voz de Mena, que por primera vez suena más terrenal que robótica.

Desde agosto de 2024, Javiera comenzó a anticipar el viraje con singles que ya indicaban una nueva sensibilidad:

  • “Volver a llorar”: Balada confesional que rehúye el dramatismo típico del pop para hablar de la tristeza con calma y lucidez.
  • “Entropía”: Canción de estructura libre que juega con el desorden como principio vital.
  • “Mar de coral” (junto a Santiago Motorizado): Una colaboración inesperada y sutil, que une dos voces icónicas del indie latinoamericano en una pieza tan íntima como atmosférica.

Inmersión puede leerse como un acto de liberación. Javiera no solo cambia de sonido: cambia de actitud. Deja de competir, de convencer, de explicar. Se entrega. El álbum invita a sentir sin filtros, a habitar el tiempo lento, a no temerle al silencio ni al dolor. En un panorama pop muchas veces dominado por la velocidad, Inmersión apuesta por la pausa como acto político y estético.

No es un disco diseñado para sonar en festivales, pero quizás sea el más valiente de su carrera. Porque en él, Javiera Mena se atreve a desarmarse frente a su público. Y de ese gesto nace una nueva artista.

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