Opinión | Hasta que los derechos LGBTIQ+ se hagan virales

Por @Ozóniko

Tengo 37 años y aún tengo miedo cuando paso al lado de un grupo de hombres cisgénero heterosexuales en la calle. Tengo 37 años y aún me cuesta decirle a mi mamá que estoy enamorado o estoy saliendo con alguien. Tengo 37 años y todavía asumo gestos heteronormados para interactuar en público. Eso es lo que hace la violencia y la homofobia. Es una grieta que se cuela en tu identidad y tiñe tu expresión de género y el libre desarrollo de tu personalidad.  Es una barrera que coarta quien eres de manera inconsciente por miedo a la agresión, la discriminación o la exclusión.

Han pasado 30 años desde que la Organización Mundial de la Salud (OMS) excluyó la homosexualidad del catálogo de trastornos mentales; pero el cambio cultural no avanza por decreto. Es necesario implementar acciones de visibilización y educación para toda la población; capaces de modificar los esquemas mentales y la arquitectura social hacia una valoración, respeto e inclusión plena de la comunidad LGBTIQ+.

Los crímenes de odio contra nuestra comunidad no son cosa del pasado; se escriben aún en estos días en tiempo presente. Las tasas de bullying escolar, el suicidio adolescente, el VIH+ y la exclusión laboral y académica; son mayores en nuestro colectivo LGBTIQ+. Somos más vulnerables; gracias a la discriminación; a sufrir flagelos y violencia en este Chile que hoy se confina producto de la pandemia.

Luego del brutal crimen de Daniel Zamudio; contamos con una Ley Antidiscriminación; pero la misma sociedad civil y sus expertos dicen que es insuficiente. Que es una ley que no tiene dientes para defender a nuestras comunidades (y tantas otras diversidades) de la discriminación arbitraria y de las violencias.  Contamos con un Acuerdo de Unión Civil que permite el reconocimiento legal de nuestras relaciones; pero no tiene los mismos derechos del matrimonio ni mucho menos reconoce la legitimidad y existencia de nuestras familias en su infinita diversidad. Con mucho esfuerzo se logró promulgar una Ley de Identidad de Género que da un mínimo de dignidad a nuestros compañeres trans; pero no incorpora a les niñes ni avanza hacia perspectivas no binarias de identidad de género. Antes de la Pandemia del COVID atacando nuestros países; era el VIH la principal pandemia para nuestra comunidad; sin contar con educación sexual con perspectiva de derechos o una salud pública que se ajuste a la diversidad de la comunidad LGBTIQ+ que habita Chile.

Hoy confinados en nuestros hogares (quienes tenemos el privilegio de no arriesgar nuestras vidas por llevar pan a nuestra mesa) no tenemos mucho que celebrar este 17 de Mayo. Tenemos más bien sendos desafíos que enfrentar como colectivo; unides, articulades y empoderades contra una estructura social, cultural e institucional que se resiste a reconocer nuestro derecho a una vida sin violencia ni discriminaciones.  Por eso y más debemos usar esta pausa en nuestra vida social para fortalecer nuestros vínculos; fortalecer nuestras organizaciones y tejer redes capaces de enfrentar de manera solidaria y política las adversidades que enfrentamos y enfrentaremos como comunidad LGBTIQ+.

Porque el orgullo, la dignidad y nuestra identidad no se mendiga como quien pide caridad; sino que se exigen en la calle, en nuestra casa, en nuestra cama, en nuestras relaciones como un derecho a ser quien se nos dé la gana de ser. Hace 30 años un manual de medicina decidió que no éramos enfermos; hoy debemos decir en voz propia que tenemos derechos y no vamos a parar de luchar hasta tenerlos todos; como todos, como todas, como todes les que habitan esta geografía. ¡No podemos parar hasta que los derechos para la comunidad LGBTIQ+ se hagan virales!

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