Por @rocio_lecaros
Fui mamá a los 18 años, no tenía nada muy claro sobre lo que significaría, pero si hay algo que sabía era que quería amamantar a mi hijo. La lactancia me parecía maravillosa. Así la describían los libros de los pediatras más famosos, los blogs de madres, mi abuelita, mi vecina, las mujeres que escribían en los grupos de maternidad en Facebook; era todo lo que un bebe necesitaba.
Me imaginaba con mi bebé en brazos, amamantándolo y yo feliz, en mi casa, en el parque, en la calle, en el mall, en todos los lugares en los que él requiriera. Pero todo cambió el día en que nació. Lo acomodo, pero no logra engancharse. Pasaron los minutos y comenzó a desesperarse. Llegó el llanto, la guagua quería mamar pero no lo lográbamos y yo no entendía por qué.
El primero momento gris en la lactancia. No entendía nada. ¿Por qué llora?, ¿por qué me duele?, ¿por qué no me agarra la pechuga?. Pensé que todas tenían leche, que todas podían dar teta, pero no me estaba resultando y no entendía nada porque yo leí mucho y todos decían que esto era lo más lindo del mundo y yo estaba ahí, sentada en una camilla del hospital, llorando más que mi guagua. Sola.
Pasó el tiempo y los escenarios para amamantar eran diferentes: en la universidad, en la micro, en el baño del mall, en el living de mi casa, en el parque, en la plaza de armas… Comencé a disfrutar esto, a entenderlo y reconocer las señales y cuando creí que comenzaba a amamantar con plenitud y en contra el sistema escucho: “uhh… qué linda la tetita”.

He vivido acoso callejero desde los 14 años, al igual que la mayoría de las mujeres de este país, pero nunca imaginé que el alimentar a mi hijo también sería objeto de provocación para los hombres de esta sociedad. Por miedo e incomodidad dejamos de salir a espacios públicos, dejamos de compartir con más personas; porque en cualquier momento a la guagua le da hambre y será inevitable tener al menos un par de ojos masculinos sobre tus tetas.
Hoy, 4 años después y aún amamantando, todo me hace sentido. Estamos viviendo una revolución histórica feminista, en donde muchos critican el manifestarse a torso desnudo; pero pareciera que no les molesta ver a mujeres promocionando cervezas, ni mucho menos mirando de forma obscena a la mujer que le da teta a su hijo/a. Además vivimos en un sistema económico neoliberal que ha facilitado el ingreso de la mujer al mundo laboral haciéndonos creer que es incompatible amamantar mientras cumples con un trabajo formal.
Me saco el sombrero por las mujeres que amamantan ante tanto prejuicio, por las mujeres que son observadas de forma distinta por sacar la pechuga donde sea; porque esas mujeres le dan una bofetada a la sociedad patriarcal en la que vivimos.
Me saco el sombrero por esas mujeres que miran con recelo la receta que les dijeron que compraran porque supuestamente “tu leche no alimenta, es pura agua”, porque confían en sus cuerpas y le dan otra bofetada al sistema neoliberal que las prefiere esclavizadas a un trabajo y comprando formulas que no necesitan.
También me saco el sombrero por las mujeres que no quisieron o no pudieron, porque no son ni más ni menos madres que las otras, no son ni mejores ni peores. Es la información la que hace la diferencia.
Agosto, Mes de la Lactancia.
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